La marcha de los estudiantes
Como es bien sabido, durante estos últimas semanas se han producido marchas de estudiantes, cuya motivación es la mejora de la calidad de la educación y un mayor aporte estatal para terminar con el enorme endeudamiento que deben aceptar los estudiantes para acceder a la educación superior, incluso en las universidades estatales.
Como es inevitable en cualquier manifestación, no faltan los delincuentes de siempre que aprovechan estas situaciones para hacer destrozos, delinquir y enfrentarse con la policía, los cuales invariablemente aparecen en los noticieros como el hecho más destacado. Lamentablemente, esto opaca mediáticamente el verdadero movimiento masivo de estudiantes que, legítimamente y en orden, se expresa de manera contundente.
La siguiente columna es de Patricio Fernández y fue publicada en The Clinic On-Line. En ella se describe la marcha multitudinaria de la semana pasada.
Recién regreso de la marcha de los estudiantes. No sé las conclusiones que sacarán los analistas de este desfile multitudinario, pero nada demasiado fino si no estuvieron allí.
Las estimaciones hablan de 70.000 personas. Ni idea. Contarlos uno por uno hubiera sido un delirio, mientras que perderse en medio del carnaval era tan natural como dejarse llevar por un río.
La gigantesca mayoría estaba constituida por pingüinos [escolares] y universitarios. Los viejos que sostenían lienzos y encabezaban columnas, eran casi todos seguidos por estudiantes.
El slogan izquierdista ortodoxo de las pancartas mejor elaboradas, no era exactamente el mismo de los gritos y los carteles artesanales. Supongo que por ahí entra la mano del PC [Partido Comunista], empresa especialista en intervenir movimientos sociales.
Pero no nos detengamos en minucias: los manifestantes -el Chile del mañana, como diría un político en tiempos de campaña-, vestían de modo variado y, a veces, estrambótico; no era rabia lo que emanaba de sus movimientos, sino más bien la felicidad de no saberse solos.
Bandas de música, escuelas de baile, asociaciones circenses, jóvenes disfrazadas, con el pelo de color, ninguna bandera partidaria (salvo la comunista por ahí), skeaters, federaciones estudiantiles, liceanas desacomplejadas…, todo esto fluía por la Alameda, hoy al mediodía.
Obligado a decir lo qué se pedía en la marcha, diría que mayor igualdad. Las consignas apuntaban todas hacia allá. Educación pública y gratuita, la misma para todos, mucho si se piensa desde el llano realismo, pero nada del otro mundo a la hora de soñar.
Es harto sensato pretender que los hombres nazcan libres e iguales en dignidad y derechos; de lo contrario, no arrancarían así la mayor parte de las constituciones jurídicas occidentales.
Había grupos de escolares que trataban de inepto al Presidente de la República en sus gritos. Le decían: “Wéa, aprende a gobernar!!!”. No quisiera estar en los pantalones de Piñera.
Tiene desordenado el frente interno, ha perdido el respeto dentro y fuera de sus filas, cada día se habla menos de su indiscutible inteligencia, ahora le dio con que era Inca, mientras la ciudadanía, desde los flancos más disparatados, le reclama un nuevo pacto.
Es uno de esos momentos en que algunos sudan de preocupación, al tiempo que otros se llenan de entusiasmo: los primeros porque van en retirada, y los demás porque juran que es su turno.
Habrá que ver el curso que toma este torrente. Arriesga ahogarse cualquiera que no lo tome en serio.